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La Argentina que viene: dólar, reservas y commodities

Por Ricardo López Murphy. La pérdida significativa de reservas internacionales, la creciente brecha con el cambio paralelo y el alza de tasas de interés activas a niveles altísimos, en el caso de PYMES, nos ha impulsado a tratar de racionalizar el problema que como país enfrentamos.

La Argentina viene padeciendo un problema de pagos externos debido a la conjunción de factores externos e internos. Entre los factores internos se puede distinguir un fuerte crecimiento de la demanda agregada en relación a la oferta agregada, que fue deteriorando las cuentas externas, sobre todo si se la calcula a precios constantes.

La razón por la cual esta asincronía de un alto crecimiento de la demanda respecto a la oferta, no produjo una situación de alarma y de restricción fue debido a los formidables términos de intercambio, es decir, reemplazamos con un extraordinario precio de nuestras exportaciones, el menor volumen de ventas que estábamos teniendo.

La consecuencia fue oscurecer esa dinámica divergente que tenía la magnitud de nuestras exportaciones de bienes y servicios, respecto de las compras externas.

La contracara de ese fenómeno, es el atraso cambiario y la revaluación del peso. Es decir, medidos en moneda en dólares, los gastos del Estado entre el 2006 y 2011 han subido de 70.000 millones a 220.000 millones de dólares. Para el año que viene, este número llegará a los 250.000 millones, si no hay cambios en la política cambiaria y fiscal.

Cualquier economía del mundo no soportaría esa inmensa acumulación del desequilibrio por el crecimiento del peso del gasto público sobre la producción comerciable. Tarde o temprano, como ocurrió a lo largo de nuestra historia, ese desborde de la demanda y de los costos, sobre una estructura productiva, ha producido crisis en los pagos internacionales.

Las sucesivas experiencias vividas, hicieron que nuestra ciudadanía, singularmente atenta para percibir esas inconsistencias y para saber cuando los ciclos de desequilibrios empezaron a ser inviables, produjera un cambio en su portafolio de activos, es decir, compra dólares.

A este fenómeno de carácter interno, se le suman circunstancias internacionales diferentes a las que disfrutó Argentina en estos últimos ocho años. Por ejemplo, Brasil fue devaluando su moneda y esa acción siempre influyó en el desempeño de la actividad económica en nuestro país.

Además, en los últimos meses los precios de las commoditties fueron disminuyendo, en particular la soja y otros commodities, que están incorporados en nuestra estructura de exportación.

Esa circunstancia de las devaluaciones de monedas extranjeras, y la caída de los precios de los productos primarios, se sobre impone sobre los desequilibrios de orden doméstico, para configurar en las expectativas de los agentes económicos, un cóctel que refuerza el cambio de portafolio.

Todo esto nos refiere a la necesidad potencial de una devaluación correctiva del desequilibrio.
En los hechos, esa devaluación ya ocurrió en el mercado paralelo de cambio, o en las cotizaciones puertas afuera de la Argentina.

Esta corrección se ha podido demorar por la pérdidas constantes de reservas, así como por el alza inusitado de las tasas de interés, lo cual también señalan la inviabilidad de la cotización actual.

En el trasfondo opera otra razón de origen interno, que es la seria crisis energética. El gobierno depredo las reservas de gas y petróleo, redujo sus niveles de producción, y ese desfasaje influyó en el aumento de importaciones de esta materia.

La pretensión de limitar el acceso al dólar, por mecanismos de control, de hostigamiento a los ciudadanos, por medidas de restricción administrativa, lo único que hace es llevar a la economía argentina a una situación recesiva, totalmente evitable y poco razonable para los nuevos desafíos que el país deberá afrontar.

Aquí cabe señalar un último aspecto. El default y la pesificación, que sucedieron en la Argentina del 2002, nos obliga a tener superávit en la cuenta corriente y superávit fiscal. No es cierto que podamos tener equilibrios que impliquen endeudamiento.

En ese punto el gobierno tiene un argumento verdadero. Nuestro país, por lo que ocurrió, es muy difícil que pueda tener déficit en cuenta corriente y déficit fiscal. Dada esa circunstancia, se hace más incomprensible la intención de tapar este proceso con medidas administrativas.

¿Cuál sería el programa para lidiar con la actual situación?

1. Reconocer que fue un error esta resolución de impedir la compra y venta libre de dólares, y avanzar en su derogación.
2. Liberar las exportaciones agrícolas, lácteas, de la industrias de la carne, y las provenientes del sector energético, así como todas las limitadas cuantitativamente.
3. Continuar con el anuncio de eliminación de subsidios, sobre todo en las que representan al sector de energía. Es aquí donde habrá una reacción más rápida, favorable y fácil de instrumentar.
4. Evitar la constante pérdida de reservas. Hay que corregir el tipo de cambio, y cuanto más se demore en tomar esta decisión, mayores costos enfrentaremos en el corto plazo.
5. El programa debe ser integral, recuperando el ancla fiscal y monetaria, y coherente en la política de ingresos.
Si esto se contempla así, los problemas y los dilemas son solucionables y manejables. Si se persiste en negar los problemas, en ocultar los inconvenientes, que la economía argentina padece, lo único que haremos será agravar los desequilibrios existentes.
La Argentina tiene una salida razonable para el nuevo escenario internacional. Los escapismos a la realidad no pueden ser la respuesta.