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Gustavo Mc Dougall: "Mi hija me lleva a la cama y me canta una canción para que me duerma"

Perdió a su mujer y a una de sus hijas en el cruce Cuatro Bocas, del Delta, cuando un barco partió en dos la lancha donde viajaba su familia. Hoy, el hombre habla desde el dolor y cuenta que sigue en pie gracias al cariño de su otra nena.

Es jornalero y seguramente en su casa tiene los canastos de mimbre que tejía Lorena. También deben estar ahí los juguetes de Tatiana, la ropita que heredó de Daiana, su hermana de cincos años. Gustavo Mc Dougall prefiere no hablar delante de ella, que se acuerda de todo y desde que vio cómo su mamá flotaba en el río, inerte, no quiere que se diga nada de lo que pasó. Pero la nena dibuja en punta, como si estuviese al borde de las cosas. Traza la proa de un bote, una mujer con corona. Y agua. Dibuja olitas de color oscuro desde hace más de quince días. "Mi hija me lleva a la cama y me canta una canción para que me duerma. Me acaricia la espalda para tranquilizarme", concede Gustavo, que perdió una hija, que se quedó viudo el mismo día en que iba a ver una quinta –la primera, la propia, el significado de sus ahorros– con Lorena.

No es fácil ser isleño y él lo sabe. También lo sabía Lorena que se crió en el río y manejaba a diario el botecito verde que se partió al medio.

"La justicia terrenal no resuelve. No entienden que esto no es un accidente sino un descuido. Le echó la culpa a mi mujer, que circulaba bien. Le echó la culpa a los esquiadores que lo único que hicieron fue ayudar. Y él está en su chacra, atendiendo sus negocios como si nada". Eduardo "Pacha" Cantón es el blanco de toda la tristeza de Gustavo y su familia. "Ellos me contienen como en la iglesia pentecostal. Lorena me llevó a la iglesia por primera vez", sigue Gustavo. Y cuando habla de Daiana no se quiebra. Dice: "Ella está consciente de todo. Estuvo conmigo al lado del cajón".

Para llegar a esa casa donde la conoció a Lorena hay que navegar una hora y media desde la estación fluvial de Tigre. En el trayecto se ven embarcaciones de todo tipo: botecitos, areneros, yates, lanchas colectivas. Los fines de semana, todo ese silencio se convierte en ruido de motores. "Hay marejadas, remolinos. Te dan vuelta el bote. A la gente que viene a pasar el fin de semana no le importa nada. Van muy rápido, se desentienden de los códigos del río, no saben que se pueden lastimar. Es como si les regalasen el carnet", opina Gustavo Kallaur, cuñado de Lorena y un gran sostén para el viudo en este momento difícil.

Tienen miedo de que todo quede en nada, de que "ese hombre que es poderoso y se lavó las manos " haga lo que sea para que las muertes de Tatiana y Lorena se cajoneen. "El lo hizo con intención. No se explica cómo no la vió. Venía distraído y muy rápido", piensa Gustavo. No tiene consuelo, pero sigue: "Si antes trabajaba, ahora trabajo más. Trabajo para no pensar. Y si me encierro en los pensamientos, me pongo a jugar con Daiana. Sé que si bajo los brazos es peor".