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Grassi - Menem - Cirigliano: los ángeles del infierno y sus víctimas

El mejor engaño del diablo es hacerle creer al mundo que no existe. Tres vidas unidas diabólicamente y los muertos que dejaron a su paso.

"Ramal que para, ramal que cierra" fue la sentencia mortal que dijo Carlos Menem en los 90 a raíz de una gran huelga ferroviaria.

Fue la excusa perfecta para desguazar un lujo que teníamos los argentinos, la red ferroviaria que no tenía sentido qué generara ganancias, pero cumplía el rol fundamental de unir el país principalmente entre pueblos perdidos. Zonas por las que no transitaba otro medio que no fueran los trenes. El resultado de aquella estrategia macabra fue crear centenares de pueblos fantasmas, aislados del resto de la Argentina. Y con ello la muerte en vida de millares de personas.

Ni Stephen King lo hubiera hecho mejor para que el destierro y el olvido crearan el clima de terror que generó el abandono de aquellas localidades.

Uno de los grandes favorecidos por esa política fue Hugo Moyano y la logística de transporte de mercadería por medio de camiones. Lo que antes se podía transportar en trenes, lo llevaban encareciendo sus costos, los camiones.

Pero ahí entraron en escena dos hermanos que ahora cargan sobre sus espaldas los muertos de la masacre de Once, Mario y Claudio Cirigliano ganaron la concesión de TBA, la línea de trenes del Oeste.

Los negocios multimillonarios que generó aquella inútil privatización precisaban un sacerdote que "diera su bendición" a uno de los capítulos más oscuros de la historia Argentina. Y ese sacerdote fue Julio César Grassi.

Las reuniones privadas entre los tres se comentaban en voz baja entre quienes conocían ciertos entretelones macabros, repugnantes.

Y ahora la primicia que la justicia debe investigar, ya que se empieza a escarbar en la miseria de "Felices los Niños".

Al menos dos predios que tiene la organización que dirigía Grassi, le fueron donados por Claudio Cirigliano gracias a los "favores recibidos" por el sacerdote de Satán.

La pregunta del caso es simple, ¿por qué un concesionario de una línea de trenes regala tierras que pertenecían al Estado? Los terrenos eran patrimonio de la Línea Sarmiento y Claudio Cirigliano dispuso de ellos como si fueran propios. O sea, le obsequió una fortuna que pertenecía a todos nosotros como quien regalo un reloj el día de cumpleaños.

En el country donde Cirigliano jugaba al golf, aparecían Carlos Menem y Julio Grassi muchas veces juntos.

Y un dato que muy pocos conocen. El entonces Cardenal Jorge Bergoglio no hizo la vista gorda a los casos horripilantes que sucedían en ámbitos de la curia local. El que siempre miraba para otro lado era Monseñorita Laguna (entonces Obispo de Morón), quien participó en un confuso episodio con un muerto a balazos en el medio, un tal Borgione, chofer de un político de la época radical.

Bergoglio puso gente a investigar y hasta provocó denuncias en la justicia presentadas por personas que no tenían investidura religiosa. Fue uno de sus letrados quien nos confesó que el ahora Papa Francisco quería eludir el escarnio público que le significaba a toda la Iglesia Católica las actitudes perversas de algunos de sus personajes.

Francisco tiene siempre un lema a flor de boca: el silencio es salud. Nada de escándalos mediáticos, pero tampoco dejar pasar las demoníacas actitudes de falsos pastores. Y además, ¿cómo pedirle ahora al Papa Francisco que desarme en un año la red perversa que creció en la Iglesia durante casi dos mil años?

Para las ceremonias religiosas de los Cirigliano ahí estaba Grassi con su "palabra santa y su bendición".

Si la justicia rastrea los orígenes de los terrenos que le obsequiaron a Grassi los hermanos Cirigliano, se encontrará que pertenecían a la Línea Sarmiento, a Ferrocarriles Argentinos, o sea a vos, a mí y a todos nosotros.

Grassi, Menem, Cirigliano y esa leyenda que escribimos al principio: El mejor engaño del diablo es hacerle creer al mundo que no existe. Pero aunque no exista, tres de sus ángeles maléficos aún está entre nosotros.