DOLAR
OFICIAL $816.08
COMPRA
$875.65
VENTA
BLUE $1.18
COMPRA
$1.20
VENTA

Esquirlas de Navidad

*Por Pepe Eliaschev. Antes del tsunami de feriados y asuetos descerrajados por el gobierno para este fin de año, la Argentina fue fiel a sí misma y a su romance con el desorden.

Pasó de todo, incluyendo la denuncia tremebunda de Hugo Moyano, para quien el gobierno de Cristina Fernández directamente ha vaciado al peronismo y ha hostigado a los sindicatos.

Pero si ésa ha sido una señal de rotunda ruptura al interior del justicialismo, a escala nacional de muchísima mayor gravedad y gigantescas repercusiones es el blanqueo confesional del indescriptible Sergio Schoklender. Reveló que antes de que Hebe Bonafini y las Madres de Plaza de Mayo se incorporaran en 2003 al gobierno de Néstor Kirchner, ambos (él y ella) llevaron adelante varias y diversas "acciones" delictivas para procurarse fondos que solventaran la lucha revolucionaria que estaban dispuestos a iniciar. No se necesita exagerar retóricamente la enormidad de las revelaciones hechas por Schoklender.

El gobierno del presidente Raúl Alfonsín debió afrontar en enero de 1980 un gravísimo ataque terrorista contra una unidad militar entonces basada en el cuartel de La Tablada. Lo que Schoklender viene ahora a proclamar es que, apenas dos años después del ataque a ese regimiento lanzado por el Movimiento Todos por la Patria (MTP) comandado por Enrique H. Gorriarán Merlo, las Madres de Plaza de Mayo no solo se acumulaban armas de guerra, sino que en su interior se programaban y efectuaban asaltos para financiar un demencial comienzo de la "lucha armada" contra el gobierno constitucional que entonces encabezaba el presidente Carlos Menem.

Menem indultó en 1990 a todos los dirigentes de la guerrilla de los años setenta procesados desde 1983 y el propio Gorriarán y sus compañeros fueron amnistiados por los diversos gobiernos constitucionales posteriores. ¿Se le puede creer ahora a Schoklender? La verdad es que es casi imposible no tomar en serio sus desasosegantes revelaciones.

Ya desde 1984, Bonafini inició una deriva sin retorno rumbo a la simpatía primero, la solidaridad después, y el apoyo y cooperación posteriores para con diversos movimientos armados del exterior, como la ETA vasca y la guerrilla colombiana FARC. Ella fue clara y nunca ocultó su abierto y entusiasta apoyo al uso de la violencia armada de todo tipo e incluso en 2001 manifestó su franca simpatía por la banda criminal Al Qaeda, que el 11 de septiembre de ese año atacó los Estados Unidos y en un par de horas provocó 3000 muertos. ¿Por qué no podría haberse desempeñado, de la manera que ahora revela Schoklender, en los tempranos años ochenta, si su arquitectura conceptual y su mentalidad apuntan de manera evidente hacia ese lugar?

Pero lo grave no es que recién ahora se sepa que antes de mayo de 2003 la combinación Hebe-Schoklender estuvo involucrada en menesteres ilegales de ese tipo. Mucho más temible y trascendente es que el dúo haya sido reclutado sin problemas ni restricciones por la presidencia de Néstor Kirchner, en calidad de sostén fundamental y aliado político de primer orden. Desde fines de 2003, Bonafini fue una ministra sin cartera y su figura ocupó las primeras filas de cuanto acto importante presidieran tanto Néstor como Cristina de la Casa Rosada.

Tan grande ha sido el involucramiento del gobierno desde 2003 hasta hoy, con lo hecho y concebido en ese verdadero cuartel en que se convirtió la sede del grupo de Bonafini junto a la Plaza del Congreso, que ella, con los años, fue interviniendo y actuando con asombroso y creciente desparpajo en los debates y conflictos internos del propio peronismo. Esta misma semana, incluso, horas después de que el jefe de la CGT anunciara su salida del aparato "pejotista", Bonafini se sintió envalentonada como para salir a defenderla a Cristina contra los gremios, ordenándole a Moyano que se buscara trabajo.

Moyano, por su parte, se ha zambullido ahora en una apuesta riesgosa y muy delicada. Habrá negociaciones fuertes en el curso de estas semanas, y nada es irreversible, pero será imposible recomponer totalmente el destrozado acuerdo que el líder de los camioneros tuvo con el gobierno desde 2003 y que le permitió colonizar a la CGT y ser el eficaz brazo punitivo de todas las batallas lanzadas, sobre todo por Néstor Kirchner.

Es probable que, así las cosas, desde la Casa Rosada y a partir de ahora desde El Calafate, de donde seguramente no se moverá la presidenta en las próximas semanas, se intentará menoscabar y desdramatizar la importancia de Bonafini o de devaluar las descomunales revelaciones de Schoklender. Pero hoy ya es imposible obviar una realidad furiosa compuesta de dos asuntos gruesos: (1) el kirchnerismo no podía ignorar quiénes eran Bonafini y su mentor estratégico (convicto de parricidio con sentencia cumplida), y (2) tampoco podían ser ajenos los Kirchner al hecho de que servirse de tamaños personajes para castigar al peronismo, así como haber armado el aparato "camporista", de raíces abiertamente no- peronistas, no fue una equivocación, ni una imprudencia, ni una negligencia.