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El cuerpo "habla"

Y algunos pueden percibirlo e interpretar su lenguaje casi a la perfección. ¿Mito o realidad?

En la serie de notas previas hemos visto que es posible "leer el pensamiento" de una persona estableciendo un contacto físico ―directo o indirecto― e interpretando correctamente sus movimientos involuntarios e inconscientes. Ahora bien, si no existiera este tipo de contacto y el resultado exitoso fuese el mismo, ¿sería prueba irrefutable de un fenómeno telepático o extrasensorial? Es lo que comenzaron a sospechar algunos investigadores de lo paranormal cuando, a principios del siglo pasado, irrumpieron en escena algunos mentalistas con estas demostraciones. Veamos un modelo.

El protagonista del film anterior es Wolf Messing (1899-1974), el legendario mentalista de la ex Unión Soviética quien, en 1961, reveló lo siguiente en cuanto a su performance: "Esto no es lectura-mental, es como la "lectura de los músculos"... Cuando un ser humano piensa fuerte en algo, las células del cerebro transmiten impulsos a todos los músculos del cuerpo. Sus movimientos, invisibles al ojo, puedo sentirlos fácilmente... A menudo realizo tareas mentales sin contacto directo con el inductor. Aquí el indicador para mí es la frecuencia respiratoria del inductor, los latidos del corazón, el timbre de voz, su forma de caminar, etc." [Орешкин П. (1961) «Чтение мускулов», а не мыслей («Leyendo los músculos», no los pensamientos) Техника - молодёжи, Nº 1, p. 32].


Y algo de esto y un largo "etcétera" dieron motivo a estudios con verdaderos pioneros en la "lectura de la mente sin contacto". Uno de los primeros informes provino de investigadores italianos con el inglés "John Dalton". Con él llevaron a cabo experiencias con contacto directo, indirecto y sin contacto. Pudieron determinar que Dalton tenía una refinada capacidad auditiva que le permitía, incluso, orientarse a través de las mínimas variaciones respiratorias de los sujetos guías [Guicciardi G. y Ferrari G. C. (1898) Il lettore del pensiero "John Dalton". Rivista Sperimentale di Freniatria, 24, pp. 185-238; Ferrari G. C. (1899) Della divinazione del pensiero. Rivista di scienze biologiche, 1, pp. 392-405].


Fascinando a Houdini

A fines de la primera década del siglo XIX comenzó a cobrar notoriedad Eugene de Rubini, un checo ―cuyo nombre real era Evzen Plachy― que se hizo conocido como "El Hombre con el Sexto Sentido".

Tras una exitosa gira por Holanda, en 1920 llegó a Estados Unidos cautivando al público, periodistas, ilusionistas y científicos.


El anecdotario mágico también se enriqueció con sus sorprendentes demostraciones. Mientras Harry Houdini (1874-1926) se encontraba de gira por la zona oeste de EE.UU., tuvo oportunidad de ver una actuación de Eugene de Rubini. Según cuenta Al Mann: "Houdini quedó tan impresionado y perplejo que invitó a De Rubini al banquete anual de la S.A.M. [Society of American Magicians] para junio de 1926, donde De Rubini nuevamente arremetió con su demostración y una vez más desconcertó por completo a todos. Esto ocupó los titulares en los periódicos de Nueva York. De Rubini llamaba a su arte 'transferencia de la fuerza de voluntad', que es la explicación más cercana a la verdad que uno pueda dar del fenómeno. ¡Houdini quedó desconcertado por esta demostración hasta el día de su muerte! Le contó a su amigo, el investigador psíquico Joseph Rinn, sobre Eugenio De Rubini y que nunca pudo explicar sus proezas" [Al Mann (1985) Axel Hellstrom Mindreader Extraordinary. Ed. Al Mann Exclusives, N.J., pp. 15-16].


Pocos meses después, ya fallecido Houdini, su viuda Bess asistió a un show de Rubini donde volvió a deslumbrar, y en el que también estuvo presente ―entre otros varios académicos― el psicólogo que examinó sus capacidades ni bien llegó a EE.UU. [The New York Times, 14/03/1927, p. 21].

El "sexto sentido" en el laboratorio

El interés científico que despertó Rubini, quedó encauzado a través de una investigación a cargo del reconocido psicólogo experimental George Stratton (1865-1957); también estuvieron presentes durante las experiencias, sus colegas de la Universidad de California, Edward C. Tolman (1886-1959) y Warner Brown (1882-1956).

En varias de esas pruebas, el transmisor no tenía contacto con Rubini y lo acompañaba a una corta distancia caminando detrás; y si bien el mentalista estuvo dispuesto a realizarlas con los oídos tapados, no aceptó vendarse los ojos. Cuando se reducían las señales auditivas su rendimiento aumentaba, hecho que indicaba que el ruido ambiental interfería en su actuación.


Finalmente y a pedido del investigador, Rubini aceptó utilizar un par de anteojeras que le permitían ver hacia adelante pero no hacia los costados. En estas condiciones, con la visión periférica bloqueada, el éxito de Rubini para encontrar un objeto descendió bruscamente al nivel del azar. En función de estas modificaciones y resultados, Stratton pudo determinar que la clave del éxito del mentalista descansaba principalmente en los indicios visuales que obtenía de su guía [Stratton, G. M. (1921) The control of another person by obscure signs. Psychological Review, 28 (4), pp. 301-314].

Del mismo modo que John Randall Brown marcó el camino en la "lectura muscular", Eugene de Rubini hizo lo propio en la "lectura de la mente sin contacto". Y fue precisamente un compatriota suyo, y con una habilidad igualable, el que dio lugar a una de las investigaciones más curiosas que se hayan registrado. Por lo tanto, merecerá un capítulo aparte en la próxima entrega.