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Colombiana y mexicana, las primeras santas de la era del Papa Francisco

Una colombiana y una monja mexicana serán los primeros santos del Papa Francisco.

Los nombres habían sido anunciados por su predecesor y ahora Papa Emérito, Benedicto XVI, en el Concistorio del 11 de febrero, dos semanas antes de su abdicación, el 28 de ese mes.

Junto al pontífice, además de las presencia de delegaciones oficiales colombiana, mexicana e italiana, celebrarán la proclamación seis cardenales, 23 obispos y 39 sacerdotes.

La que será la primera santa colombiana es Laura Montoya (1874-1949), misionaria entre comunidades de indios, por lo que ya llegó a Roma el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, que participará de la ceremonia y será además recibido el lunes por Francisco.

La mexicana madre María Guadalupe, llamada Madre Lupita, (1878-1963), la otra religiosa santificada, fue cofundadora de las hermanas Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. La delegación mexicana estará encabezada por el general para Asuntos Religiosos de la Presidencia de la República, Roberto Herrera Mena. Además de la beatificación de las dos latinoamericanas, también serán proclamados santos Antonio Primaldo y sus 800 compañeros, decapitados por los turcos el 14 de agosto de 1480.

La delegación italiana en el rito será encabezada por la ministra de Justicia, Anna Maria Cancellieri.

Se espera que la de este domingo sea una de las canonizaciones más concurridas de la historia de la Iglesia Católica. En Italia y en particular en la región Puglia es muy viva la devoción por los mártires de Otranto. La decapitación de Primaldo ocurrió por los otomanos, cuando aquél se rehusó a renegar de Dios.

La historia se remonta a julio de 1480, cuando la ciudad más oriental de Italia fue asaltada por una flota turca comandada por el gran almirante del imperio otomano, Gedik Ahmed Pascia.

En agosto, luego que la resistencia no pudiera afrontar la avanzada turca, las milicias musulmanas accedieron sin dificultad a la protección de los muros de Otranto.

La masacre se prolongó por tres días, en los que fue asesinado el obispo Stefano Pendinelli en la misma catedral, célebre por sus mosaicos, considerados de los más bellos del Medioevo italiano.

Los cuerpos de los decapitados fueron dejados al abandono hasta un año después, el 15 de agosto de 1481, cuando la ciudad fue reconquistada por los cristianos, que dieron sepultura a los mártires de Otranto.