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Charlas de Quincho

Como en todo fin de semana largo, dividimos la entrega de esta sección en dos partes (mañana, la segunda). La Presidente, a través de un «para qué quiero yo un avión nuevo», podría haber hecho una definición sobre su futuro.

Eso fue en El Calafate, donde se preguntó por qué un país designó una embajadora un año antes de que se vaya el actual, y sin pedir plácet. También supimos allí y en el Gran Buenos Aires que aún no hay definiciones sobre grandes actos de cierre de campaña. No todo fue político.

Es esperable que estos quinchos arranquen con un repaso de los asuntos que se llevó Cristina de Kirchner a El Calafate para el fin de semana largo; es el único lugar en donde el lector puede enterarse de esos secretos. Llegó allí la noche del viernes después de lanzar un mensaje con una entrelínea que para algunos baqueanos fue un anuncio. Subió al palco de La Matanza para inaugurar el hospital Balestrini pensando en el vuelo que le esperaba hacia ese santuario en la Cordillera que peligraba por las malas condiciones del tiempo -frenó la salida, junto a una huelga, de miles de turistas para la minivacación-. Cuando habló del hospital dijo que se había hecho con fondos transferidos de una partida que le habían reservado para la compra de un nuevo avión presidencial. «¿Para qué quiero un avión nuevo?», se pronunció.

Más allá del gesto de austeridad, ¿no hay en esas palabras un programa? Más claro, y en el contexto del debate de la semana sobre una reforma reelectoral: un presidente que no aspira a perpetuarse lo menos que necesita es un avión nuevo. El mensaje fue también para los funcionarios que la visitaron en la semana preguntándole qué hacía frente a la presunción de opositores y periodistas sobre una reforma con reelección. Mandó a negar todo cuando nadie tampoco le pudo explicar a la Presidente de dónde salió esa noticia, que el propio Raúl Zaffaroni se ha cansado de negar. Ayer Hermes Binner dio una punta insólita: dijo que en la plataforma de su alianza está incluido el proyecto de avanzar sobre un régimen parlamentarista. «Nadie se había dado cuenta porque nadie lee las plataformas; se ve que alguno ahora le dio una mirada». Éste es un detalle frente a otros desvelos presidenciales, a los que ayudan el descanso y la soledad de El Calafate, adonde la Presidente encuentra en la hija Florencia y el hijo Máximo el único circuito real de confianza para preguntar sobre proyectos e ideas sobre los que, aunque no tenga adelante a profesionales de la política, quiere un juicio llano y de sentido común. No tiene ya a Néstor Kirchner, que funcionaba al lado de ella como un motor de análisis y de especulaciones sobre datos que le acercaban centenares de personas a las que veía o hablaba cada semana. Ese rol no lo ha cubierto nadie; de ahí la importancia del entorno familiar, que gana peso sólo por la naturaleza de la relación.

En esa intimidad puede reconocer Cristina, por ejemplo, que espera con alegría estas dos semanas de veda de actos de gestión que rige para los funcionarios que son candidatos como una oportunidad para el descanso, que le hace falta. En ese escenario de La Matanza le volvieron a preguntar sobre algún acto grande de cierre de la campaña, algo sobre lo cual guarda silencio. Prefiere no arriesgar en movilizaciones de multitudes el porcentaje de votos que le aseguran todas las encuestas. Un acto así lo querrían los dirigentes del conurbano, pero ella prefiere gestos que superen esa comarca y lleguen a todos los demás distritos. Por eso tampoco Daniel Scioli tiene previsto ningún acto grande de cierre en la provincia para concentrar todo el proselitismo en visitas a municipios y a fábricas. En esos encuentros de palco Cristina también procura aplacar entusiasmos exagerados. «Va a superar la elección del General», la halagaron algunos con referencia al resultado del 62% que sacó Juan Perón en 1973. No, los desalienta. Era otro país, otro contexto, reflexiona. Todas las encuestas descartan ya un buen resultado, por arriba del 50%, y con eso basta para aquietar las aguas hasta el domingo 23.

Se llevó algunas inquietudes globales; primero, el paquete de propuestas que tiene que presentar en la primera semana de noviembre en Cannes, en donde sesionará el Grupo de los 20, foro predilecto del Gobierno por encima de cualquier otro. Esos pergeños los guarda Amado Boudou, que es quien la acompañará a Francia. También algunas minucias que traerán cola, como la pregunta que hace sobre la noticia de la designación de una nueva embajadora de Israel que ya hizo declaraciones a los diarios. ¿Pidieron el plácet?, pregunta. No. ¿Es cierto que el actual embajador aclaró que tiene mandato hasta el año que viene? No es usual que los países anuncien embajadores sin que antes, privadamente, se pida el plácet. Nadie le termina de explicar qué ocurrió.

Tampoco sobre la noticia que saltó en la semana sobre una queja uruguaya por la demora en el comienzo de las obras de dragado de la Hidrovía, uno de los emprendimientos más importantes en ese terreno que tiene el país. Se ocuparon los dos gobiernos de aplacar esas noticias, que en Casa de Gobierno atribuyen a la ansiedad de algunas empresas que están interesadas en hacer esa tarea, aun sin que medie una licitación. Cristina tuvo contactos el jueves con Montevideo en los que quedó en claro que hay licitación sí o sí. Es lo que firmé, fue el mensaje a Pepe Mujica. El cuidado con esta obra en el Gobierno es extremo porque se trata de una concesión que viene de los años 90 y cualquier retoque lo quieren por licitación.

El fin de semana largo dejó librado al resto del oficialismo a gestos elusivos de campaña y también a las labores del esparcimiento. Scioli se concentró en un tramo del raid de funcionarios alemanes que desembarcaron en el país durante toda la semana, encabezados por David McAllister, que es el gobernador del Estado de Baja Sajonia que vino al acto con la Presidente en el nuevo edificio del Ministerio de Ciencia, en donde funcionará una sucursal del Instituto Max-Planck. Este McAllister es un joven (tiene 40 años) dirigente conservador que tiene la rareza de la doble nacionalidad alemana y británica (es hijo de un escocés y una alemana) y animó también el cóctel que organizó la embajada de su país para celebrar otro aniversario de la unificación. Agolpó en torno de sí este visitante a muchos empresarios porque entre sus cargos está el de ser miembro del directorio de Volkswagen en representación de las acciones del Estado.

En ese cóctel que se sirvió con caldos de la Patagonia y con un acompañamiento singular, ritmos de la banda de música de Gendarmería, que tiene como especialidad animar fiestas de embajadas (lo hizo este año en la celebración patria de la legación de Francia), hubo escasa asistencia de legisladores porque oficialistas y opositores esa mañana estaban embutidos en el debate del nuevo Presupuesto con Roberto Feletti y Juan Carlos Pezoa. Sólo el apoderadísimo del PJ, y heredero alemán, Jorge Landau, y la exlopezmurphista y excobista Cynthia Hotton -termina mandato este año- se acercaron a los corrillos dominados por empresarios de las firmas alemanas con intereses en el país, los ministros Carlos Tomada y Lino Barañao, el fiscal Raúl Pleé, martillo de lavadores y otros pícaros, uniformados como el jefe naval Jorge Godoy, el embajador en Berlín Victorio Tachetti y su antecesor Guillermo Nielsen y el habitual lote de curiosos.

McAllister se fue de allí a un acto en la fábrica de VW donde se firmó la original creación de la universidad automotriz, junto a Scioli, que aprovechó para sumar ese emprendimiento a otros que comprometen a fábricas y al sistema educativo en toda la provincia. Completó el fin de semana el gobernador con un par de visitas más a municipios, una reunión con emprendedores -en donde recordó a Steve Jobs- y el clásico del fútbol de salón, dedicado ayer a un equipo de jóvenes que tuvo el atrevimiento de ir a desafiar a los Piqueteros de la Villa La Ñata a un partido. «Se comieron una goleada», bromeó el dueño de casa cuando llevó a los visitantes a mirar el museo con la memorabilia de su vida deportiva. A La Ñata, por lo menos al fútbol, se va a perder, y eso lo saben hasta los que desafían al equipo local. Igual van.

Por no abandonar esas rutinas, se perdió el gobernador el espectáculo de los Guns N Roses que tocaron en la noche del sábado en el Estadio Único de Tolosa, que juntó a más de 25 mil jóvenes pero que alimentó otras leyendas cuando apareció Amado Boudou acompañando a La Mancha de Rolando, que actuaron de teloneros de show. Algunos pensaron que el ministro-candidato iba a subir al escenario, pero no lo hizo. Ni aceptó ir a las plateas privilegiadas que le habían reservado; se mantuvo entre bambalinas junto al grupo de Manuel Quieto, entretenido junto al administrador de ese predio, Javier Mouriño, en las manualidades previas a todo recital. El ministro llegó sin avisar, enfundado en una campera para el frío y un gorro de lana.

Supimos en esas bambalinas -que pueden ser más divertidas que un recital- que la relación de Boudou con Quieto no es nueva; se remonta a fines de los noventa pero, por entonces, era apenas el vínculo entre un fan y el grupo, que ahora se ha convertido en emblema del rock K. Quieto es sobrino de Roberto Quieto, aquel cuadro de las FAR y Montoneros, que fue secuestrado mientras pasaba un domingo de verano en la Costanera -un descuido increíble, sobre todo tratándose de quien había dictado las rigurosas normativas de seguridad que debían cumplir los militantes- y que desapareció en prisión pero a la vez fue condenado a muerte por los Montoneros por haber, presuntamente, delatado a compañeros que también desaparecieron.

Prevenido de la leyenda de impuntual que se ha ganado Axel Rose, el ministro escuchó a La Mancha y regresó a la Capital Federal. Antes, convino con Mouriño que éste lo acompañe el miércoles a San Nicolás a un acto en apoyo del candidato a intendente, que es el sobrino de José María Díaz Bancalari quien, como en muchos lugares, enfrenta a otras fracciones del kirchnerismo. Este gesto de Mouriño revela que algún lazo tiene con Boudou que puede dar fruto cuando pasen las elecciones. Boudou prometió estar de nuevo en el estadio el 28 de octubre, cuando ya sea -según los pronósticos- vicepresidente electo, para acompañar a La Mancha, que será telonera de Aerosmith. Para esa oportunidad Boudou promete subir al escenario. En esos bajos del escenario, donde merodeaba obviamente el empresario Fernando Moya, responsable de estas producciones, supimos que Scioli aceptó ceder el uso del Estadio Único para que el 31 de octubre se haga el partido Estudiantes-Racing por el campeonato de la AFA en el cual se despedirá de la profesión Juan Sebastián Verón, quien pidió jugar allí a estadio lleno. ¿La razón? «La Bruja» quiere despedirse en olor de multitud en la noche de Halloween.

Vamos a terminar con un chiste judío, como homenaje a las Altas Fiestas de esa comunidad que acaban de finalizar. Hace más de un siglo, en un pequeño pueblo de la estepa rusa, la única vaca que tenían deja de dar leche. Los sabios del poblado se reúnen y envían a dos emisarios al mercado de la ciudad más cercana a comprar una vaca. Los enviados regresan con un bello animal, joven, y cuando les preguntan cuánto la pagaron, responden:

- Había una vaca de Moscú que valía 2.000 rublos, y ésta que es de Minsk, que valía 1.000 rublos. Como nos dieron garantía de que es lechera, compramos ésta.

De inmediato la vaca comienza a dar abundante leche, y el pueblo decide pedir prestado un toro para que se reproduzca. Traen al toro, pero cada vez que se acerca a la vaca con intenciones de concretar su misión, la hembra lo rehúye. El toro se aproxima por atrás, y la vaca se va; hace lo mismo por el costado, y la vaca se recuesta contra el alambrado. Alarmados, los hombres convocan al rabino del pueblo de al lado, que tiene fama de sabio, para consultarlo por el problema. Lo traen, le cuentan que la vaca rehúye al toro, le muestran el toro junto a la vaca... El rabino reflexiona unos instantes y -para asombro de todos- dice:

- La vaca es de Minsk. ¿no?

Los hombres se miran sin poder creer la clarividencia, y le contestan:

- ¡Sí, rab! ¿Pero cómo supo, si no le habíamos dicho nada, que la vaca es de Minsk?

- Porque mi esposa es de Minsk...