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Auge agrícola en EE UU

Sentado en la cabina de un tractor John Deere de 350.000 dólares, que arrastraba una sembradora de maíz de 150.000 dólares, Greg Carson encarna la agricultura norteamericana moderna.

Impulsados por los altos precios de los cereales y la soja, los ingresos en efectivo de los agricultores alcanzaron un récord de 109.000 millones de dólares en 2011. El valor de la tierra ha seguido a los elevados precios de las cosechas. Desde 2006, el valor promedio de tierras de labranza en Iowa se duplicó. El año pasado, el aumento fue del 33 por ciento a 6.708 dólares el acre, informa Michael Duffy, de la Universidad del estado de Iowa. Y la agricultura sostiene las fábricas. En Cedar Rapids, a unas millas de allí, Cargill produce jarabe de maíz y aceite de soja; ADM produce etanol; Quaker Oats produce cereales. La tasa de desempleo en Iowa es ahora de un 5,2 por ciento, comparada con un 8,1 por ciento en el ámbito nacional. "En los últimos 30 ó 40 años, ésta es la mejor época que hemos visto", expresa Kirk Weih, de Hertz Farm Management, una firma asesora.

ALGO DE HISTORIA

La agricultura norteamericana es la historia de interminables cambios pequeños estimulando incesantemente la productividad. En 1960, un acre promedio de maíz plantado rendía 55 fanegas y ahora rinde unas 150. Ese incremento se debe a mejores semillas (entre ellas, las bio-técnicas que combaten el piral de maíz y el gusano de la raíz -dos amenazas para el maíz sano), utilización mejorada de fertilizantes, insecticidas y herbicidas, mejores técnicas de siembra y avances en la maquinaria agrícola.

Consideremos el tractor de Carson. Está guiado por satélites GPS, lo que ayuda a que las hileras sean más derechas y más productivas. También permite un ajuste automático del flujo de semillas, dependiendo de los diversos tipos de tierra de los campos, que han sido programados en los controles computarizados. Las tierras más arenosas, dice Carson, no pueden absorber tasas más altas de semillas. Se ahorran semillas; el rendimiento mejora. Y la sembradora Deere ahora siembra 24 hileras de semillas simultáneamente; mientras que hace unas décadas sembraba cuatro u ocho.

Para cubrir costes y maximizar el uso de equipamiento costoso, los agricultores deben cultivas más tierras. Promoviendo la consolidación, ese factor ha modificado la sociología del cinturón agrícola. Muchas familias de agricultores se han mudado a Des Moines, Chicago y Nueva York -pero han mantenido sus campos, contratando a los restantes agricultores para realizar el trabajo. Quizás la mitad de los campos de Iowa son arrendados por propietarios ausentes, expresa Weih.

EL FUTURO

¿Podría la actual expansión terminar en una contracción? Bueno, sí. La agricultura es conocida por sus ciclos y la gente de la zona recuerda amargamente los años 70 y comienzos de los 80. Inicialmente, los precios del maíz, el trigo y la soya subieron, elevando el valor de la tierra con ellos. Después, las altas tasas de interés de principios de los años 80 causaron el derrumbe de los precios de la tierra. Los agricultores no pudieron pagar los préstamos. Las ejecuciones hipotecarias se multiplicaron. Fue una calamidad humana y económica. Existen inquietantes paralelos entre aquella época y la actualidad. Los agricultores son vulnerables a la crisis económica global. Pero hay también importantes diferencias.

Una de ellas es que los granjeros utilizan menos crédito para comprar tierras. "La lección de los años 80 fue que el apalancamiento (los créditos) no es positivo", dice Weih. Las entidades crediticias exigen ahora un pago inicial del 35 por ciento, dice. Con menos deuda, los agricultores son menos vulnerables a los problemas de pagos.

El aumento de los precios en los años 70 era el reflejo de la inflación general. Los precios actuales yacen sobre pilares más sólidos: para comenzar, la demanda del maíz para producir etanol, que se debe mezclar con gasolina por mandato. De 1999 a 2011, la porción de maíz norteamericano utilizada para etanol subió de un 6 a un 39 por ciento. Aunque el uso de etanol está bajando, el requisito del Congreso generó un auge para los agricultores de maíz. (Es también poco sensato, porque eleva los precios de los alimentos para obtener modestas ventajas en los combustibles).

Una segunda fuente de demanda proviene de los países en desarrollo, liderados por China, que están mejorando sus dietas, utilizando más carne, cerdo, aves, y productos lácteos. Todo ello requiere más maíz y soya para alimentar a los animales. Las aves requieren aproximadamente dos libras de alimentos por cada libra de engorde, informa Janet Larsen del Earth Policy Institute; para el ganado, la proporción es de siete a uno. Estados Unidos es el mayor exportador de maíz y, junto con Brasil y Argentina, uno de los tres mayores de soya. Los precios de maíz, que en una época promediaron entre 2 y 3 dólares por fanega, ahora rondan en 6 dólares.

SUBSIDIOS

Hay aquí una lección para el gobierno. La agricultura norteamericana trasciende el cinturón agrícola del Medio Oeste. También incluye los productores de frutas y vegetales, los operadores avícolas y los criadores de ganado. Pero la mayoría de ellos, exceptuando los tambos, no reciben mayormente subsidios. Mientras tanto, los subsidios que van en su mayor parte a los cereales y el algodón, promedian ahora los 12.000 millones de dólares anuales, informa el Departamento de Agricultura.

Iniciados en la Gran Depresión, los subsidios podían justificarse para amortiguar la perpetua inseguridad de la agricultura: el mal tiempo, los grandes virajes de oferta y demanda, las plagas de las cosechas. Pero ahora la mayoría de las industrias enfrentan incertidumbres comparables por las nuevas tecnologías, los mercados globales y los altibajos de los ciclos comerciales. El Congreso está redactando una nueva ley agrícola y está luchando con la reducción de los subsidios. Pero ¿por qué prósperos agricultores de gramíneas y propietarios ausentes deben recibir un trato especial y enormes cantidades de dinero? El nivel adecuado de subsidios es simple: cero.