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Aftosa en Paraguay

La presencia de la enfermedad en el país vecino aconseja usar medidas de prevención para proteger nuestra ganadería.

Los virus que provocan la fiebre aftosa aparecieron el domingo pasado en Paraguay, en un establecimiento en la localidad de San Pedro, distante unos 300 kilómetros de Asunción. Cabe recordar que el funesto brote de la enfermedad ocurrido aquí en 2000 ingresó también desde Paraguay, pero en condiciones bien diferentes dado que el ganado carecía de inmunidad al haberse suprimido la vacunación.

Hoy todos los ejemplares deben ser vacunados dos veces por año, con excepción de vacas y de toros, que por su vida útil (alrededor de 10 años) se vacunan una vez por año. Interesa fundamentalmente la identidad del virus actuante por cuanto existen siete, tres de ellos denominados A, O y C, presentes en los brotes ocurridos en América del Sur y en Europa. De los cuatro restantes, el denominado Asia tiene presencia en ese continente, a veces cerca de Europa, mientras los otros tres denominados SAT 1, SAT 2 y SAT 3, viven al parecer encapsulados en el continente africano. Una de las grandes preocupaciones de estos días ha sido saber cuál de ellos provoca el caso paraguayo, ya que las vacunas utilizadas en nuestro país y en toda la región establecen su inmunidad para los virus A, O y C. El alivio llegó al conocerse los análisis realizados, determinantes de la presencia del tipo O, para el cual nuestra ganadería está protegida.

De todos modos, resulta indispensable adoptar las medidas de protección ante posibles fallas en el sistema de vacunación. Al respecto, el Senasa decidió disponer la alarma sanitaria en el país, estableciendo la presencia fronteriza de sus agentes, con la colaboración de la Prefectura, la Gendarmería y la Aduana.

Lo destacado hasta aquí parecería proyectar cierta tranquilidad. No puede omitirse la desgraciada experiencia ocurrida con la supresión de la vacunación al finalizar la década del 90, seguida con la casi inmediata invasión y diseminación de la enfermedad por el país. El perjuicio provocado por esos episodios puede estimarse en una pérdida de ingresos por exportaciones de carnes, de los años 2000 a 2002, en el orden de los 800 a 1000 millones de dólares. Los perjuicios no se detuvieron allí a poco que se les sumen los originados por el cierre aún vigente de los mercados de los Estados Unidos, Canadá y México.

La vacunación tiene un costo anual que se estima en 100 millones de dólares, y vale la pena en la medida en que nuestras exportaciones, sin las restricciones estatales actuales, serían del orden de los 2000 millones, con posibilidades de crecer. La vacunación es, pues, indispensable, a tal punto que la experiencia reciente de Japón y de Corea del Sur permite destacar que el mundo está más cerca de transitar el camino hacia la condición de libre de la enfermedad con vacunación que a su supresión.