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Acciones opositoras sin estrategia

Por Ricardo Kirschbaum* La oposición, que ha salido maltrecha de la paliza electoral del 14 de agosto, está intentando coordinar la fiscalización del comicio presidencial de octubre.

Esta promesa es una consecuencia de la experiencia de las primarias, en la que hubo un resultado concluyente e inapelable a favor de la Presidenta. Y un cúmulo importante de irregularidades comprobadas.

Por ahora, esa decisión opositora ha sido la única respuesta común para enfrentar el empinado tramo final de la campaña para una elección que tiene ya el premio mayor prácticamente otorgado . La conducta global de los opositores ha sido discrepar no ya con el Gobierno sino entre ellos, en un torneo en el que se advierte el desconcierto más que las certezas .

El oficialismo la emprende con los medios antes que con los políticos como una señal evidente de subestimación de aquellos que disputan el poder de Cristina, entrampados como están en régimen electoral dirigido a abortar cualquier intento de reagrupamiento de la oposición.

La fiscalización común puede poner ciertos límites a los actos arbitrarios pero no puede ser el remedio a la enfermedad que, paradójicamente, afecta a la oposición más que al kirchnerismo . Detrás de ese intento de fiscalización, está la puja hasta doméstica entre las fuerzas opositoras para ubicarse mejor, admitiendo resignadas que la batalla está perdida de antemano .

En vez de resignarse a su suerte, la estrategia debería estar enderezada a buscar un mayor equilibrio institucional para el futuro , esforzándose por impedir el control total del Congreso, objetivo del oficialismo, y exigiendo garantías para que el Gobierno no encuentre en las filas de la oposición oportunidades para avanzar en la hegemonía.