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A 28 años de la tarde de gloria de Argentina

Con la mano, y sacándose a cuanto inglés se encontró por el camino. Así fueron los goles más importantes de la historia del país.

El relato de Víctor Hugo Morales eriza la piel, 28 años después. Ocurrió un 22 de junio de 1986, días antes de que Argentina lograra la segunda Copa del Mundo de su historia.

Justamente, en ese título tuvo un papel esencial Diego Armando Maradona, el hoy tan denostado personaje que aparece en primeras planas más por conflictos de polleras que por buenas acciones.

Hace exactamente 28 años, Inglaterra se ponía de rodillas ante un peticito gordito de rulos, que con la zurda atada a la pelota (y no al revés) se sacó de encima a cuanto oponente se encontró en el camino para anotar el mejor gol de la historia del fútbol.


Tuvo opciones: compañeros que se abrían, otros que esperaban en el área y algunos que, por lo bajo, lo habrán insultado por no haberla largado antes. Pero él siguió, siguió y siguió. Confió en que por una vez David le iba a ganar a Goliat (valga la ya desgastada metáfora), sin darse cuenta de que en verdad él era el fuerte y habilidoso gigante, y que los diminutos ingleses pedían, de rodillas, parar con esa tortura.

Solamente cuatro minutos antes, el nacido en Villa Fiorito había entreabierto la puerta a la gloria con un gol que quedará en la retina de todos, pero no por la calidad, sino por haberlo hecho con la mano.


Descarado como nadie, les sacó del buche la ilusión a los ingleses, se la apropió y la compartió a todo el país, de Jujuy a Tierra del Fuego.

Las Malvinas son argentinas por naturaleza, pero inglesas por política. Dios, en cambio, cuando tuvo que decidir no se equivocó: nació con la celeste y blanca tatuada en el corazón, y con forma de morocho, petizo y petacón.