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Dos jóvenes fueron detenidos por el crimen del diácono en Temperley: reconocieron que chateaban con él

Tienen 19 y 20 años, y son vecinos del barrio. Guillermo Luquin (52) sufrió fractura de cráneo y recibió cinco puñaladas.

Las llaves en la reja y los ingresos no forzados. Dos vasos con gaseosa y seis huellas dactilares. Una casa en orden, salvo por la habitación principal, que estaba revuelta y se convirtió en la escena del crimen, de un crimen brutal.

En ese cuarto había un velador, una barreta y un cuchillo ensangrentados y el cuerpo desnudo de Guillermo Luquin, el diácono de 52 años de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de la Diócesis de Lomas de Zamora, que yacía sobre sobre la cama, envuelto en sábanas.

Ese fue el escenario que se encontraron los investigadores en la casa de la víctima, ubicada en Bombero Ariño al 800, en Temperley, y al que ahora las pericias le están poniendo luz. Y quizá nombre y apellido. Un dato tienen en claro: el religioso se defendió. ¿De uno o de los homicidas?

Durante la madrugada de este martes se dieron dos detenciones, que pueden ser claves. Dos jóvenes, de 19 y 20 años, vecinos del barrio y con contacto habitual con Luquin.


El crimen de Luquin conmueve a toda la comunidad Carmelita, a los vecinos y el Instituto Nuestra Señora del Carmen, que depende de la parroquia, ha decretado un día de duelo. Este lunes a la noche hubo una marcha desde la casa del diácono hasta la iglesia.

Mientras tanto, los investigadores intentan unir todos los indicios que hallaron en la casa para dar con el homicida. Lo primero que determinaron es que no se trató de un crimen predeterminado sino de un ataque que "surgió en el momento", que la víctima conocía a su asesino y que se defendió.

Los peritos no detectaron que los ingresos al domicilio hayan sido violentados y descubrieron que un juego de llaves había quedado colocado en la reja del frente.

Algo sucedió entre las 23 de sábado 8 de junio y las 2 de la madrugada entre esa persona que, para los investigadores, compartió con Luquin un vaso de gaseosa, donde se hallaron huellas dactilares.

Seis rastros levantaron los peritos: dos eran del diácono, las otras cuatro están intentando determinar a quiénes pertenecen. Por lo pronto, dieron negativo en la base de datos de las personas que tienen antecedentes penales, indicaron fuentes judiciales.

La autopsia aportó más información. A Luquin lo golpearon en la cabeza con tanta fuerza que le fracturaron el cráneo. Además, le dieron cinco puñaladas, una de ellas en el cuello. El traumatismo y la herida en la arteria carótida fue mortal.

"El asesino golpeó a Luquin con brutalidad con un velador y una barreta, que tenían rastros de sangre. Y lo atacó con lo que tenía a mano: un cuchillo para tajearlo y apuñalarlo en cinco lugares distintos: el cuello, los brazos y la panza", detallaron.

La mala noticia para los investigadores es que la cámara de seguridad de un vecino que podría haber arrojado algún dato no captó ningún movimiento extraño, aunque aguardan el resultado del análisis de las municipales.

Tampoco apareció el celular del diácono y los investigadores están convencidos que fue lo único que se llevó el asesino de la casa de Luquin. El teléfono permanece apagado.

Pero sí pudieron determinar que en sus últimas conversaciones por redes sociales chateaba con hombres. Uno de ellos fue llevado a la UFI N° 6 de Lomas de Zamora, a cargo de Carlos Baccini, quien le tomó declaración el lunes por la tarde.

Desde un principio, se descartó la hipótesis del robo y la investigación está orientada a que algo sucedió entre la víctima y su asesino que desencadenó el ataque en el interior de la habitación, donde el cuerpo fue hallado desnudo y envuelto en sábanas.

El cuerpo de Luquin fue descubierto por su sobrino el domingo al mediodía luego de que le llamara la atención que no hubiera ido a la misa de las 8 del domingo. La última vez que lo habían visto fue en la parroquia Nuestra Señora del Carmen tras la homilía vespertina del sábado.

Además de sus actividades religiosas, Luquin también era empleado del Banco Provincia. Había pasado por la sucursal Quilmes y el último tiempo trabajó en Temperley. En su Facebook, el diácono contó que casó a muchos compañeros de trabajo, bautizó a los hijos de esos compañeros y los acompañó en momentos de enfermedad.